Cierto día me desperté flotando... sí, flotando. Cuando miré hacia arriba tenía el mismo cielo oscuro, no estaba del todo segura pero vi que estaba en el cielo porque al moverme boca abajo, vi toda la ciudad. Llena de pequeñas lucecitas y a penas podía distinguir las casas y las personas. Fue en ese momento en el que sentí un frío en todo el cuerpo y como por arte de magia, hizo que cada punto de mis bellos corporales se erizaran; me dio una especie de vértigo y pensé que todo había sido un sueño, porque... ¿cómo era posible que estuviese en el cielo? cuando hace poco estaba en mi cuarto, (Pensé yo).
No podía sentir mis brazos ni mis piernas, pero supuse que aún las tenía. Sin embargo me dejé llevar por el viento y había momentos en los que me cansaba de seguir flotando e ir a una misma dirección sin poder hacer nada emocionante. No tenía idea del por qué seguía ahí, intentaba moverme por mis propios medios cuando el viento dejaba de soplar pero era inútil, porque sentía irónicamente que aunque flotaba era pesada y que no podía hacer ningún esfuerzo... Así que cuando me resigné a quedarme quieta, el viento llegaba y cambiaba de dirección, comencé a pasear por toda la ciudad con una velocidad estupenda hasta que rápidamente comencé a ver que todo se aclaraba, estaba amaneciendo.
Luego llegué tan cerca de una montaña... Pensé que iba a chocarla con mi cabeza, pero no. Fue peor cada vez que me acercaba más y más, hasta que extrañamente llegué a traspasar la montaña; sentí que mi cuerpo se desgarraba y que perdía ciertas partes como mis piernas, mis brazos, pero pensé que todo era una ilusión, así que seguí viajando guiada por el viento hasta que llegué a estar justamente parada arriba de una laguna.
Primero no podía verme, porque había varios peces moviéndose en el agua, así que decidí esperar a que el agua estuviese quieta para así poder ver mi reflejo. Y fue entonces cuando traté de mirar mi reflejo en el agua quieta y me horroricé porque ¡No veía nada! Nada... eso fue lo primero que pensé. Pero en realidad sí veía algo, ¡Veía nubes! No podía ser, era una nube, nunca fui una persona, sólo fue la ilusión y el sueño de querer serlo, ni siquiera tenía manos ni pies, a decir verdad no tenía nada que se pareciese a un cuerpo humano; era simplemente una nube, una nube blanca, que solamente se movía cuando al viento le daba la gana de soplar y sí... muchas veces perdía pedacitos de mí cuando chocaba con las montañas o el mismo viento me separaba y poco a poco fui desapareciendo y me fui convirtiendo en nada.
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